Un día después del asalto de las hordas ultraderechistas republicanas al Capitolio, David Cronenberg (Toronto, Canadá, 1943) suena, al teléfono desde su domicilio, ajeno al declive de la civilización occidental. Parece que vivamos en una de sus películas, le comentamos. “Si quieres hacerme responsable de la situación actual, no me quedará más remedio que aceptarlo”, se ríe. Coronavirus mediante, la distancia social y el advenimiento de una nueva normalidad tan anormal como su propio universo –uno de los más ricos y visionarios del cine de los últimos 50 años– parecen las condiciones ambientales más apropiadas para disfrutar de la versión restaurada de Crash, una de sus obras más emblemáticas, en el 25º aniversario de su estreno. Con sus imágenes cromadas y su sonámbulo autismo, esta elegía a favor de la cruda unión entre sexo y muerte a la luz de los accidentes de coche sigue pareciendo una película del futuro. El cineasta nos cuenta que pasó el confinamiento completamente solo, con la intención de escribir su segunda novela después de Consumidos (Anagrama), pero que sus planes no dieron el fruto esperado: “Los escritores pasan mucho tiempo solos, pero la soledad del confinamiento no es la mejor para fomentar la creatividad. Necesitas sentir el afecto de otras personas, la calidez de lo social, para sostener tu trabajo”.

Los virus son una fuerza creativa antes que destructiva. ¿Lo aplicaría a la COVID-19?

Si intentas verlo desde el punto de vista del virus, advertirás que lo único que desea es propagarse, reproducirse, sobrevivir como lo haría un ser humano o cualquier animal. El virus hace lo que se supone que tiene que hacer para evolucionar, que es mutar. Es sensato pensar que está siendo creativo, y que nosotros tenemos que serlo más si aspiramos a eliminarlo. Este punto de vista, interesante desde una perspectiva científica o sociológica, no nos ayuda a protegernos. Ha ocurrido antes. La gran diferencia entre lo que vivimos ahora y la Edad Media son las redes sociales, que conectan de una forma espontánea nuestras con- ciencias provocando un efecto doble: por un lado, es mucho más fácil hacer frente común y, por otro, facilitan la circulación de noticias falsas y teorías de la conspiración de un modo incontrolable. Si lees los diarios de Daniel Defoe escritos durante la peste negra, ocurría lo mismo que ahora. La gente quería escapar de Londres y los que vivían en el campo se quejaban de que iban a infectarlos. Con Internet, lo que se ha logrado es intensificarlo todo, contraer la línea de tiempo en que la información circula

¿En qué sentido cree que el discurso de Crash sigue siendo relevante?

Cuando Ballard escribió la novela o yo rodé la película, Internet no existía. Crash es, en realidad, muy mecánica, muy física, muy analógica. Es casi una reliquia del pasado. De un pasado que imaginaba el futuro de la sociedad occidental. Por otro lado, un accidente de coche es visualmente mucho más interesante que ver a una pandilla de hackers ante los monitores de su ordenador. Pero si piensas en Crash metafóricamente, es muy relevante, a pesar de ser una película analógica. Cuando se estrenó en Venecia la versión restaurada, el público era mayoritariamente joven, y respondió con gran entusiasmo.

¿Cree que podría haber filmado Crash en 2020 como lo hizo en 1996?

Una cosa es cómo habría encontrado el dinero para hacerla y otra es si habría conseguido estrenarla. El cine ha atravesado muchas fases, desde los años 60 y 70, en los que había espacio para un cine más radical y extremo, hasta la actualidad, una época muy conservadora. Si yo ahora presentara Crash a Netflix, Amazon o Apple, seguro que la rechazarían.

"crash" de david cronenberg
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Una vez declaró que un artista no debía tener responsabilidad social. En plena cultura de la cancelación, ¿sigue manteniéndolo?

Con frecuencia lo que se define como responsabilidad social supone, en realidad, una autocensura. Esa responsabilidad social te empuja a suicidarte como artista, porque coarta todas tus intuiciones. Por el contrario, algo que también he dicho es que, cuando creas algo, debes estar preparado para afrontar las consecuencias, que pueden ser imprevisibles. Si lo que has creado te devuelve dolor, tienes que aceptarlo. Es la dimensión peligrosa del arte.

Es de los pocos cineastas que se han convertido en adjetivo, lo ‘cronenbergiano’. ¿Cómo responde a su propio legado?

No lo hago. Cuando hay periodistas o críticos que quieren hablar sobre mi filmografía, intento evitarlo. Claro que es mucho mejor que mi obra haya influido que caer en el ostracismo; como artista quieres comunicar- te con el público, pero, al final, eso es algo que no puedes controlar. Hay muchos artistas que fueron muy importantes en su época y ahora nadie los conoce, y al revés, como Kafka. Es muy posible que, 20, 30 años después de mi muerte, nadie me recuerde.

¿Por qué se ha convertido en un defensor acérrimo del digital?

El celuloide es un medio muy frágil. No puedes replicar la calidad del original. Pasa lo contrario con el digital: puedes hacer millones de copias sin alterar el original. Para mí eso resulta crucial, y por eso yo no volveré nunca más al celuloide. Déjame decirlo de esta manera: yo tengo un Tesla, y cuando conduces un coche eléctrico, te das cuenta de que los coches nunca debe- rían haber sido de otra manera.

¿Qué opina del streaming?

Es el futuro del cine. No creo que las salas existan mucho más tiempo, o existirán unas pocas, como ha ocurrido con el formato del vinilo en la música. La pandemia solo ha acelerado un proceso que ya estaba ahí. Con el confinamiento la gente ha visto más series y films que nunca. No creo que cuando esto se acabe volvamos a las salas como antes.

¿Le han tentado las plataformas?

Escribí el piloto y el segundo episodio de una serie para Netflix. Decidieron no continuar con el proyecto. Al principio piensas que Netflix va a ser otra cosa, un nuevo Hollywood, pero pronto ves que es como el viejo. Mi experiencia con ellos fue que primero eran muy entusiastas, pero luego se asustaron de lo que estaba haciendo. La historia de mi vida con el viejo Hollywood.

Su última película fue Maps to the Stars (2014). Seis años sin dirigir. ¿Siente nostalgia?

He echado de menos estar en un set de rodaje, y el modo de compensarlo ha sido convertirme en actor. He participado en tres episodios de Star Trek: Discovery y me han ofrecido volver en la siguiente temporada. No es lo mismo que dirigir, pero me produce una gran satisfacción. Tengo tres proyectos, dos películas y una serie, que podrían convertirse en realidad en algún momento. Si todo va bien, con uno de ellos repetiré con Viggo Mortensen.

Este artículo aparece publicado en el número de febrero de 2021 de FOTOGRAMAS

zendaya en la portada de la revista fotogramas de febrero de 2021
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